viernes, 2 de mayo de 2025

¡Jugando como en una nube!


Para variar, la primavera nos ha brindado unos días de lo más agitado. Tan pronto truena, como el sol radiante hace saltar los plomos de la Península Ibérica. El tiempo es así y no hay más que decir. Ya llegará el estiaje veraniego y no correrá ni una pizca de aire, agostará a cualquier bicho viviente y nos sumirá en una perrería inhumana. Entonces rezaremos porque nos aceche la tormenta y sople el viento. Aprovechemos ahora.


Fíjense en los críos, se lo pasan en grande. ¿Que llueve? Se mojan hasta las trancas. ¿Que hace calor? Se secan. ¿Qué ventea? Se aferran a los árboles. Todo ello aderezado por un montón de juegos inventados. Imaginación y naturaleza, dos aliadas inmejorables en lo que a infancia se refiere. De eso sabe mucho este poemario, que poniendo de excusa las nubes, se deleita con la capacidad de los niños para sacarle el jugo a cada instante y nos envuelve en esa tibia y agradable neblina.

Un caracol viaja en mi paraguas.
Pasajero imprevisto,
te he visto.
¡Qué listo!

Vas haciendo tus milímetros,
espiral a espiral,
evitando los charcos
que yo quiero saltar.

Compañero discreto,
pegajoso,
jocoso,
¡goloso!

Caracol, caracol,
¡que te comes la col!

***

Miro el verde.
En sus olas
nadan chiches y mariquitas.
Las hormigas se esconden
entre sumergidas grietas.
En sus cuevas ocultan
tesoros de un barco desmigado.

Soy ballena.
Voy despacio,
me sumerjo,
¡emerjo!
Espanto piratas,
gorriones de agua dulce.

Soy explorador.
Ligero de escafandra,
me sumerjo,
¡emerjo!
Bandada de amapolas coralinas.

Soy delfín.
Voy saltando,
me sumerjo,
¡emerjo!

En mi mar verde
respiro
cuando el viento mueve el trigo.

Irma Borges.
Paseo de caracol y Mar de trigo.
En: Bandada de nubes.
Ilustraciones de Mo Gutiérrez Serna.
2025. Barcelona: Akiara Books.


miércoles, 30 de abril de 2025

¿Cartas o correo electrónico?


Con esto del apagón y dejando a un lado los tejemanejes entre política y multinacionales energéticas, me ha dado por pensar en lo mucho que ha cambiado la vida durante las últimas décadas, sobre todo a nivel comunicativo.
Aunque la televisión lleva haciendo mella en la sociedad desde hace más tiempo, no es hasta la llegada de las redes sociales cuando vemos que la tecnología se ha inmiscuido en nuestra forma de relacionarnos de una forma obscena e impune. Algo que aumentó exponencialmente con la llegada de los smartphones hace poco menos de quince años.


“¿Y hasta entonces que hacíais? ¿Cómo conocíais gente de otros sitios?” Me preguntó un alumno. Y a mí se me vinieron a la cabeza las secciones de periódicos y revistas en las que niños y jóvenes buscaban relacionarse con gente de otras zonas de España o del mundo. Explicaban sus gustos, aficiones e inquietudes. Si encontrabas coincidencias, les escribías una carta y ellos te respondían. Y así, ad infinitum.
Si bien es cierto que yo nunca utilicé esa vía, sí he de decir que siempre me ha gustado escribir cartas y he mantenido relaciones bastante fluidas por carta con algunas personas durante mi infancia y juventud. De hecho todavía guardo una caja de zapatos llena de aquellas misivas. Ya sé que no eran tan inmediatas como las actuales, pero sí más personales, algo que responde a su materialidad. Definitivamente, no hay color.
Pensándolo bien, gracias a las cartas físicas, hemos podido conservar y estudiar numerosas cuestiones. Históricas, científicas, sociológicas… El tipo de papel, la tinta utilizada, la caligrafía del autor, elementos incluídos en ellas como dibujos, fotografías o pétalos de rosa, nos vierten mucha información de la que hoy día prescindimos con el e-mail.


Y dándole vueltas al asunto, acabo de acordarme de Murdo, el personaje de Alex Cousseau y Éva Offredo, y la segunda parte de sus peripecias. Si la primera entrega estaba dedicada a los sueños, la nueva tiene que ver con el maravilloso mundo de las cartas.
Publicado por Librooks y con el subtítulo de Una investigación postal disparatada, el yeti más encantador de la literatura, se monta una historia de lo más rocambolesca gracias a un buzón de correos. Si bien es cierto que al principio no sucede nada, al tercer día empiezan a aparecer respuestas anónimas y Murdo empezará con sus pesquisas. Tras pedirle ayuda a un sinfín de amigos, todo empieza a enmarañarse y los lectores, además de pasarlo en grande, nos vemos inmersos en un enjambre de personajes, idas y venidas. ¿Averiguaremos quién le envía esas cartas misteriosas a Murdo?


Haciendo gala del lenguaje epistolar (y que tanta falta nos sigue haciendo en los correos electrónicos aunque prescindamos del físico), este álbum que ya he incluido en esta gran selección de cartas y carteros en la LIJ, nos deja embelesados, no solo por lo surrealista, sino por lo poético de un universo que unifica (¡Y ojo porque no he dicho “reúne”!) belleza y humor.
De las ilustraciones, poco más que añadir respecto a las del primer volumen. Son sencillamente maravillosas, aunque esta vez se dedican a ahondar en ese imaginario de sellos, timbres, postales, sobres y matasellos que tanto se necesitan recordar.
Quizá, lo más novedoso de esta entrega sea la presencia de Sherlock X y sus paréntesis a lo largo de los 56 episodios que configuran este álbum, ya que además de servir como trama secundaria y ayudar en el juego de pistas, se asemeja a las cortinillas textuales que irrumpían en la narrativa del cine mudo y servían como descanso visual.
Léanlo y anímense a escribir cartas a sus amigos, el amante de turno o un desconocido.

martes, 29 de abril de 2025

A la luz de la vela


Si lo de ayer le resultó anecdótico a mis alumnos, a los que peinamos canas se nos intuyó revelador. No solo por la vulnerabilidad de una sociedad ensimismada que descubrió las flaquezas de esa vida fácil que nos prometen los avances, sino también por el regreso a un pasado no muy lejano en el que sí sabíamos distinguir lo básico de lo secundario.
La dependencia de la electricidad se ha vuelto un castigo para Occidente. Volcado en la tecnología y bajo el yugo de las compañías energéticas, las grandes corporaciones que controlan las formas de comunicación (entre iguales, que las de masas siempre las han manipulado), el transporte e incluso la alimentación, el ciudadano ha perdido su autonomía y su capacidad de respuesta. Sí, no hay nada más vulnerable que un ser humano dependiente.
Por eso, los gobiernos temen a los decididos y autosuficientes. A los que saben encender un fuego y trabajar la tierra, a los que conocen los frutos silvestres y destripar un conejo. Sin embargo, nos venden una libertad basada en la banca digital (¡Billetes, nene, billetes!), la inteligencia artificial (¿Acaso sabe freírse un huevo?), los coches eléctricos (Todavía no hay vehículo que iguale a mis piernas) y hasta los zapatos de plástico (Todo muy verde, pero ¿vestimos petróleo y quemamos pieles?). Mentira. No hay nada más libre que un hombre que no tiene miedo a la luz de las estrellas.
Ciberataques, teorías conspiratorias, fenómenos atmosféricos, guerras encubiertas, una Europa debilitada… Cualquier planteamiento era factible, pero al final, tenía que ver con el descontrol que suponen las renovables, unas fuentes que provocan picos enormes de producción energética (¿Recuerdan cómo corría la brisa y brillaba el sol ayer?) que descompensaron enormemente la oferta y la demanda de una red eléctrica con fallos estructurales. Tomen buena nota de lo acontecido porque, según los expertos, el de ayer no será el primer y último apagón.


No obstante, yo prefiero quedarme con el encanto del momento, pensando en los vecinos que pasaron la tarde en los parques comiendo pipas y esas familias que se reunieron en torno a la noche y contaron historias como las que se disfrutaban antaño. Incluso vi la cara de mi madre iluminada por una vela. La misma que, en los cortes de luz que tanto abundaban en los primeros años ochenta, intentaba buscar chascarrillos con los que entretenernos cuando todo se quedaba a oscuras, la televisión era un objeto inútil y solo quedábamos los unos para los otros. Todo era más bonito que este tiempo en el que deambulamos vacíos y rotos.
Para la próxima, además de candiles, linternas, pilas alcalinas, transistor en mano y un camping gas, lean un cuento de Andersen que siempre me ha parecido bastante inspirador para nuestra realidad más actual. La bujía y la vela se centra en la historia de estos dos objetos. Uno de origen humilde, otro encargado de iluminar los salones más fastuosos. Mientras la vela servía a una costurera viuda con tres hijos pequeños, la bujía contemplaba el baile que había organizado la condesa. Pero ¿hay alguna luz que se iguale al brillo que aparece en los ojos de los niños?
Sutil y delicado, Andersen regresa a sus metáforas de la vida cotidiana para crear una parábola donde las diferencias en la idiosincrasia son la forma de acercarse a lo moral con mucha plasticidad, cosa que siempre agradecemos los monstruos.

viernes, 25 de abril de 2025

De plumas y trinos


Con este tiempo da gusto regalarse una buena caminata, echarse una cañita acompañada de caracoles o disfrutar de los parques en compañía. Da igual donde estemos. Campo o ciudad, playa o montaña. Cualquier resquicio respira vida. Es lo que tiene esta época del año, que huele a bullicio, risas y, sobre todo, trinos.
Estés donde estés el sonido de los pájaros nos envuelve. Sus gorjeos nos arrullan desde el alba. Pían los polluelos, se cortejan los adultos. Alegres aletean de rama en rama buscando pareja, bañándose en la fuente o buscando comida para sus crías.


Si hay gente que les tiene pánico (ornitofobia lo llaman), un servidor tiene debilidad por estos seres vivos. Será por su plumaje, su porte (hasta las gallinas me parecen bonitas), sus huevos (todas las mañanas los disfruto en el desayuno) o sus cantos, pero el caso es que me chiflan. 
Por eso también me ha encantado este poemario con vis de libro informativo que acaba de publicarse y que recoge un total de veintisiete aves de todo el mundo, una por cada letra del alfabeto (de ahí su nombre). El herrerillo, la oropéndola, el sinsonte o el extinto dodo se describen con rima distendida en cada doble página. Un álbum híbrido ilustrado con montones de detalles explicativos que harán las delicias de los pequeños aficionados a este mundo. ¡Les dejo con las tres primeras letras!

Te tragas a las orugas que pican
y casi ni las masticas.
Para defenderte, empiezas a oler mal,
¡qué truco tan genial!
Llevas una cresta molona
que me apasiona.
Eres la más punki de las aves,
¡tú sí que sabes!

***

Cada vez que voy a Monfragüe,
mis ojos parecen desagües,
porque el animal que más quiero
es el buitre carroñero.

Es calvo, sin pelambre
y le define su hambre.
Con casi tres metros de envergadura
come de todo, menos verdura.

***

Ave romántica de leyenda,
con tanto simbolismo que quizá te sorprenda.
Sobrevuela el cementerio
diciendo “cras, cras”, muy serio.

Se posa en el hombro de Odín,
aconsejándole que no se meta en ningún jardín.
En un famoso poema lo encontrarás
gritando “¡Nunca más!”

Laura Vila.
Abubilla, Buitre y Cuervo
En: Avecedario. Mi primera guía ornitológica.
Ilustraciones de Violeta Cano.
2025. Madrid: Nórdica Infantil.



miércoles, 23 de abril de 2025

¡Feliz Día del Libro 2025!


Hoy es el Día del Libro y como mis obligaciones no paran de crecer (¿Qué habrás hecho en las vacaciones, so pingo?), tendré que echar mano de unos cuantos álbumes de última hornada donde los libros son los protagonistas para celebrarlo. Ya sé que no es muy original, pero la verdad es que la mayoría de ellos me han parecido una delicia y siempre he creído que no hay mejor homenaje hacia ese objeto que los monstruos veneramos que compartir nuestras lecturas con los demás, cosa que hago casi a diario desde que habito este lugar.


Empiezo con Ximo Abadía y su particular tributo al libro con Que nunca se acabe. Publicado por Litera este libro tiene un formato muy cuidado. Se presenta dentro de un estuche, una especie de caja sorpresa que, gracias a la imagen de la portada, anticipa el verdadero leitmotiv de la obra: ese libro rojo que se desliza por debajo.


Utilizando el negro y el rojo, el autor valenciano crea una historia mínima, una suerte poética que ensalza la pertenencia de un libro que bien puede ser el que tenemos en las manos. Así, con la intrahistoria, con lo metaliterario, juega con el lector-espectador a través de las imágenes y unas metáforas visuales en las que el libro aumenta de tamaño a cada golpe de página.


El libro nos acompaña a cada paso, en algunos de los momentos vitales más importantes, camina con nosotros, nos cobijamos en él y nos ayuda a crear nuestra personalidad. Tanto es así, que el libro es un símil de la vida humana, pues ¿acaso detrás de un libro no llega otro? ¿Detrás de nosotros no vienen nuestros hijos? Sutil y delicado.


Un diccionario con historia es la fábula que se han inventado Oliver Jeffers y Sam Winston para celebrar el diccionario, ese libro que últimamente está tan en desuso pero que tanto bien ha hecho a la humanidad.


Publicado por Andana, esta que me recuerda a otras como El libro en el libro en el libro de Müller, ¡Otra vez! de Gravett o incluso su Niña de los libros, juega con las palabras para crear una intrahistoria que bebe de la casualidad y el surrealismo más alocado para ensalzar el valor de un libro aparentemente aburrido.


Un aligátor, un dónut, un fantasma, la luna, una reina y una pastilla de jabón montan un circo de los más extravagante que pone patas arriba un diccionario que al final tiene que poner un poco de orden en sus páginas (o si no, no podrás encontrar nada en ellas). Mucho fotomontaje (la edición es impecable), tramas secundarias y mucho humor blanco para un libro que puede leer toda la familia (a los adultos les recomiendo que echen un ojo a las definiciones y si quieren siempre pueden echar una partida a cualquier juego de ficciones).


En la misma editorial nos encontramos con Los puentes de Tom Percival. un álbum que nos cuenta la historia de Mia, una niña que se siente más sola que la una porque sus padres se pasan el día trabajando. Vive es una especie de isla abandonada en mitad del océano desde la que no puede llegar a ninguna parte. De repente, un día se topa con un libro (Nota: ¿Por qué muchos de los libros que protagonizan estas historias son rojos?) y todo cambia. Ante ella se abre un mundo de posibilidades que, como puentes tendidos sobre el oleaje, le permiten vivir aventuras increíbles y conocer lugares nunca antes imaginados.



Con una línea mucho más introspectiva y relajada que los anteriores, el autor de Los invisibles, El río o El mar lo vio, vuelve a hacer gala de la técnica del collage digital recreando estampas bucólicas y sugerentes donde el poder de los libros es evidente gracias a una óptica llena de perspectivas donde podemos encontrar un pequeño guiño intergeneracional. ¿Se atreven a descubrirlo?


Siguiendo en esa línea de descubrimiento literario, nos encontramos con Clara y el hombre en la ventana, un libro de María Teresa Andruetto y Martina Trach que Limonero acaba de publicar en nuestro país. Utilizando una anécdota personal, la escritora argentina recrea una historia cotidiana ambientada en un entorno rural de otro tiempo.


Clara le lleva unas cosas al señor que vive en la casa grande. Nunca sale de allí, está encerrado desde hace mucho tiempo. Le pregunta a Clara si sabe leer. Al responder esta que sí, le hace entrega de un libro que devora mientras camina hacia su casa. ¿Qué le pasará al extraño vecino? ¿Por qué no habla con nadie fuera de esas cuatro paredes? Un desamor, un secreto y una serendipia se reúne a través de los libros. Coraje y amor son las dos palabras que llenan nuestra cabeza tras su lectura (y eso que la autora utiliza poquitas para darle forma a este libro).


Con unas ilustraciones donde las tintas medias y el ocre cobran mucho significado (¿Ven el polvo de las calles antiguas? ¿La casas de adobe que poblaban el pasado? ¿El color sepia de las fotos antiguas?), los grandes espacios se inundan de silencio y las secuencias animadas en la misma doble página se construye un libro que dan ganas de abrazar.


Llegamos a Leer no es un rollo. El título de este libro de Nils Freytag y Silke Schlichtmann en el que participan, entre otros, Kathrin Schärer, Axel Scheffler, Julie Völk. Olf K, Ute Krause, Paul Maar y Cornelia Funke, es toda una declaración de intenciones, no solo dirigida hacia la infancia, sino a todos los adultos que durante los últimos años han abandonado la lectura para dedicarse a otros menesteres más tecnológicos (como habrán podido darse cuenta viendo esa portada maravillosa).


Lo más florido de la literatura infantiles alemanas nos presenta una veintena de prejuicios ilustrados que justifican esa máxima que reza: la lectura es un rollo. Utilizando la disyunción como principal herramienta argumental, este libro invita a despojarse de todas esas preconcepciones que abundan en un mundo lleno de pantallas gracias al humor y la contradicción.


¿Quién dijo que leer es un rollo porque siempre se hace difícil empezar? ¿O que leer es un rollo porque nada existe en la realidad? Déjense de pamplinas. Este libro es una forma inmejorable de acercarse de nuevo a la lectura y aparcar las redes sociales, las series repetitivas y los vídeos insultos en pro de ese objeto que durante siglos nos ha entretenido como ninguno.


Mariajo Ilustrajo se sumerge en el beneficioso mundo de la lectura con Odio me encantan los libros gracias a Bindi Books. Llega el último día de clase y la maestra les dice a los alumnos la tarea para estas vacaciones: leer un libro. Si para mí no supondría ningún trastorno, para la protagonista de este libro es lo peor que le podía pasar porque odia los libros. Tras una visita a la biblioteca, al final se decide por un libro y…



Una historia sencilla y sin pretensiones donde la magia de los libros se hace patente con unos personajes muy sugerentes y una aventura que cambia del gris al technicolor conforme leemos. Recursos del cómic, una tipografía vectorizada y un guiño a la Alicia de Carrol hacen de esta historia un buen acicate para lectores que necesitan un chapuzón literario.


No podía faltar en esta mini-selección una librería, algo de lo que se han encargado Fran Nuño y Esther Peces. El protagonista de Mi librería y yo (editorial Iglú) quiere montar una librería cuando sea mayor. Disfruta tanto o más que las estanterías de su estantería, el anticipo de la que seguramente se haga realidad algún día. Además, el chiquillo tiene un ojo buenísimo para los clientes, se impacienta mientras pasa el primero, fantasea con qué libros pedirá y disfruta cuando estos se acercan a los libros.



Con ilustraciones donde las composiciones geométricas de los libros contrastan con las siluetas sinuosas de los personajes, Esther Peces acompaña el texto poético de un Fran Nuño que aboga por ensalzar una profesión tan romántica gracias a los sueños infantiles de un niño cualquiera. Sencillez e inocencia para un relato intimista y honesto.


Otro de los libros que me han gustado mucho es Adivina qué leo esta noche, un álbum de Carmen García Iglesias con una treintena de animales que nos comparten sus lecturas nocturnas. Una jirafa, un oso panda, un reno o un koala comentan algunas de las obras más conocidas de la Literatura Infantil y Juvenil, libros canónicos que todo el mundo debería conocer o intuir a base de las pistas que nos dan estos personajes.



Me recuerda a esas pequeñas reseñas que hacemos entre iguales cuando los monstruos nos encontramos en mitad de una librería o en una firma de libros. Hacemos nuestra particular valoración, desvelamos la trama y algunos detalles y nos vamos reconociendo en la experiencia lectora de otros. Una buena excusa para bucear en las estanterías o tomar ejemplo. Seguro que más de un padre puede ayudar a sus hijos a averiguar la treintena de títulos que, como El libro de la selva o El mago de Oz, leen estos bichos tan simpáticos.


Para terminar, les sugiero degustar Eres un lector/Eres un escritor de Christine Davernier y April Jones Prince. Publicado por Maeva hace un tiempo, este libro con dos caras, nos invita a conocer las dos facetas de un libro, la del lector y la del escritor, porque el uno sin el otro no son nada y el libro sin ellos no existiría.


Mientras los unos se pirran por una buena librería, otros prefieren visitar una biblioteca. Los hay que leen acompañados y los que leen solos. Algo parecido pasa con los que escriben. Viven, buscan sus propias historias y les dan forma. Unos se fijan en los demás y otros en su propia vida. Cada cual puede elegir un extremo para comenzar porque lo mejor de todo es que todos se encuentran en un mismo punto: el libro.


Y si quieren conocer más libros como estos, no se olviden de pasar por esta gran selección de libros con libros como protagonistas.

martes, 22 de abril de 2025

Adolescencia y redes sociales


Adolescencia. Es la palabra de moda durante las últimas semanas gracias a una miniserie de televisión que ha puesto al descubierto los problemas que puede desencadenar el uso indebido de las redes sociales. Y lo peor de todo es aguantar a los padres que me rodean preguntándome qué opino al respecto. He aquí mis comentarios. El que quiera, que lea.


Lo primero de todo es que no la he visto ni tengo intención de hacerlo. Eso de entrar en bucle con los problemas profesionales no es lo mío. Ya tengo bastante con el día a día en las aulas, como para seguir alimentando sus demonios. Prefiero sumergirme en nuevos planteamientos, que recrearme en miserias más que asumidas.
En segundo lugar, les recuerdo que, como en cualquier otra serie de ficción basada en hechos reales, no todo lo que recoge sucede en el mismo grado, en el mismo orden o a la misma persona. Evidentemente, los guionistas trabajan para una industria que en muchas ocasiones necesita de la audiencia para tener éxito asegurado. Cuánto más impactante sea el producto a nivel mediático, más se hablará de este y las ganancias serán mayores.


No obstante, y a pesar de estas dos primeras consideraciones, llegamos al punto más peliagudo. ¿Los chavales utilizan las redes sociales como el protagonista de la serie? El sí es rotundo. Acosan a sus compañeros, hacen comentarios inoportunos e hirientes a conocidos y amigos, comparten contenidos inapropiados, manipulan archivos y cometen delitos tipificados en el código civil. Las cosas ya se van de las manos de los adultos, conque los críos…
Y muchos replicarán: “Mi hijo/a no”. Y yo les diré: “Desde el momento que tú le haces entrega a un chaval de 10 a 12 años de un dispositivo móvil con conexión a internet sin ningún tipo de control (y cuando digo control, digo control), te puedes esperar cualquier cosa”.
Me maravilla esa ligereza con la que muchas familias con cierto estatus y formación regalan estos objetos e incluso lo justifican. “Así puedo saber qué hace en todo momento… Es que me paso el día fuera de casa…” “Lo necesita para hacer las tareas de clase…” “Si es como una consola, ¿qué puede hacer con él…?” ¡Ja! El quid de los aparatos con conectividad a internet está en su interactividad y su cripticismo, es decir, el móvil permite el acceso a cualquier tipo de contenido y al mismo tiempo solo el usuario tiene el poder de saber a lo que accede y hace con él esquivando toda supervisión.


El otro día me comentaba una amiga que su hermano le compró un móvil a su sobrino con la condición de que podría leer todas sus conversaciones en las redes sociales y saber el historial de navegación. Evidentemente, el chiquillo le dijo que estaba de acuerdo, a sabiendas de que él era quién tenía el control y no su padre: podía mantener o borrar los contenidos que quisiera, es decir, manipular la visión que su progenitor tenía de él (ojito…). Convertirse en un chaval responsable, aunque actuara como un demonio. ¿Se les eriza el vello? Pues imaginen a Maquiavelo con un bicho de estos entre las manos…
Sí, queridos monstruos, la raíz del problema está en la tenencia de estos aparatos y no en su uso. Como todos sabemos, la niñez tardía y la adolescencia son lo que son, aunque muchos se venden los ojos. Los jóvenes trasgreden las normas. Unos muchas veces, otros, las menos, pero siempre hay oportunidad para ello. Y no me vengan con que la educación lo soluciona todo. Autoridad, instrucción y prohibición también cuentan (fíjense en el código de circulación dirigido a los adultos...).


¡Y ojo! Quienes crean que los políticos pondrán freno a los problemas que atañen exclusivamente al entorno familiar, se equivocan. Según rezan las leyes de mi comunidad autónoma (como en otras tantas), el uso del móvil está prohibido en las aulas, pero les puedo decir que el 80% de mis alumnos de 12 años (1º E.S.O.) acuden al centro con este en el bolsillo y, por supuesto, en connivencia con sus padres. Y no seré yo, humilde profesor, quien se enfrente a un hecho aceptado socialmente mientras no se utilice en mi presencia (que si los hijos viven embelesados con las pantallas, hay que ver a los padres...).
Así que, no me mareen más con su culpa desmedida y su amor paternal para que desmienta o confirme lo que expone esta serie de televisión. Adolescencia solo les ha hecho ver que la piedra está en su tejado. En su mano está dejarla o quitarla. No me den más la vara, por favor.


Acompañan este post, álbumes como:

Helen Docherty y Thomas Docherty. La zampa pantallas. Maeva Young

Paula Merlán y Concha Pasamar. Algo está pasando en la ciudad. Cuento de luz.

Pilar Serrano y Anna Font. Cuando la tecnología secuestró a mi familia. Tramuntana.

Para más álbumes sobre esta temática, no te olvides de visitar ESTE OTRO POST

viernes, 18 de abril de 2025

De la paternidad a la niñez


Los hijos traen alegría, pero también mucho padecimiento. La llegada de un hijo debe ser algo bastante difícil, sobre todo si es el primero. Una mezcla de sentimientos encontrados. Por un lado te sientes pletórico, pero por otro te caes del guindo y sabes que ya nada va a ser igual que antes, no solo por la responsabilidad que esto supone, sino por los cambios que se avecinan. Y no me refiero a la crianza, sino a ese lado más personal en el que se extrapolan la niñez, la madurez y la vejez, se mezclan los deseos frustrados con la resignación, se abusa de la contención emocional y se pone a prueba la resiliencia. Un caro peaje que probablemente han explorado muchos poetas. He aquí la muestra.

Rueda que irás muy lejos.
Ala que irás muy alto.
Torre del día eres,
del tiempo y el espacio.

Niño: ala, rueda, torre.
Pie. Pluma. Espuma. Rayo.
Ser como nunca ser.
Alborear del pájaro.

Eres mañana. Ven
con todo de la mano.
Eres mi ser que vuelve
hacia su ser más claro.
El universo eres,
que gira esperanzado.

Pasión del movimiento:
la tierra es tu caballo.
Cabálgala. Domínala.
Y brotara en su casco
su piel de vida y muerte
de sombra y luz, piafando.

Asciende, rueda, vuela,
creador del alba y mayo.
Alumbra. Ven. Y colma
el fondo de mis brazos.

Miguel Hernández.
Niño.
En: 12 poemas de Miguel Hernández.
Ilustraciones de Pep Carrió.
2025. Pontevedra: Kalandraka.


viernes, 11 de abril de 2025

¿Qué tendrá el mar?


Algo en el aire me suena a espuma. Algo en el agua me suena a sal. No debo ser el único, pues todos se encaminan hacia la orilla. Algo nos llama desde el mar. ¿Qué será? Quizá los días de asueto que se avecinan. Quizá las ganas de desconectar. Quizá pisar la arena con los pies desnudos. Quizá recrearse en un tiempo fugaz.


Sea lo que sea, es lo que hay: a todos nos hipnotiza el vaivén de sus olas y su horizonte infinito. Dicen los que viven cerca que es como un imán, que si te alejas de su sonido, tarde o temprano, a él volverás. Dicen los que viven lejos que es como las sirenas, que si te acercas a su canto, no podrás escapar.
Unos y otros dicen. También escriben y también lo dibujan. El océano es una fuente inagotable de inspiración. Véase como ejemplo este poemario, una suerte de ponto que, a golpe de versos y metáforas ilustradas, nos acercan su rumor. No se lo pierdan y disfrútenlo estos días mientras se regalan un chapuzón y coleccionan caracolas.

Había un pirata
que leía el mar.

El mar de los mapas
y el mar de verdad.

Reflejos de luna,
brillos de cristal,
la estela que un barco
dejaba atrás.

Leía y leía
sin pestañear
las olas que vienen,
las olas que van.

Lejano horizonte,
estrella polar,
tesoros hundidos,
islas de coral.

Había un pirata
que leía el mar.

Leía y leía
para navegar.

Leía y leía y leía y leía,
de su biblioteca
no salió jamás.

Juan Carlos Martín Ramos
El pirata que leía el mar.
En: La suerte de encontrar una caracola.
Ilustraciones de Rosa Ureña Plaza.
2024. Valencia: Iglú.